sábado, 26 de septiembre de 2009

leed literatura contemporánea

PEQUEÑOS POEMAS


ROSA RUIZ GISBERT

Accésit del Ayuntamiento de Loja
Septiembre 2005


FUEGO
No puedo ver los árboles
que el paisaje perforaron negras arañas
y todo permanece enmudecido
después del aquelarre de las llamas.
Puedo aún asomarme a las vertientes
-a cenicienta media luz-
y obtener el don de las lágrimas
sin que pájaros emprendan el vuelo.
En la tarde azotada de tristeza
se eleva como un lamento frío
que condena la muerte de lo verde.



Y O
Ha llovido mucho sobre mi infancia
y es un desorden si me miro al espejo
en esta imagen nueva
de piel marchita y ojeras de otoño.
Cualquier día asomará un temblor
y yo volveré la cabeza altiva
y posaré los ojos sobre un libro
del que apenas sabré el contenido.



LA CULPA
El alma se inquieta vanamente
mientras va esculpiendo su forma.
Inventa sin descanso una culpa
sin tener piedad de ella misma,
negándose el silencio y la quietud
sólo por tomar en serio palabras sin importancia.



RECORDAR
Hacer memoria es volver al laberinto
de un provinciano jardín,
un aroma de celindas y de niños pequeños
-esas voces atipladas-,
el azufre en los racimos
y la ardiente orilla del verano.



TUS MANOS
Como quien dice ángeles
son tus manos sobre el libro
palomas zuritas que aletean.
Abres los ojos al sueño que descubres
y que de gozo te llena.
Todo lo viejo olvidado,
todo el dolor en sus límites.
Abrir los ojos te era necesario
para reconocerte en la historia que lees.



MITADES
Arrastrar la nostalgia
por todos los contornos
cada domingo y vuelta atrás.
Como partida en dos mitades:
una que lleva alegría al centro,
otra donde espera la noche interminable.



RECUERDO
Porque así te recuerdo:
tus ojos dos estanques persuasivos
destrenzando enigmas;
tu voz un son de arenas vivas
convidando al vuelo;
tu cuerpo dulcemente extasiado
ofreciéndose de pronto
como una brisa tenue.



TU MIRADA
Ahora que amanece, amor,
para la duda y también para el llanto
el corazón se ensancha con el día
y tu mirada es una mar pintada
como una playa donde no estuvimos,
una mar gris perla con su jábega
adonde volver si aparece la nostalgia.



ÍNTIMO
Desnúdame al atardecer
donde los pájaros ciegos inmóviles
sobre la colcha adamascada.
Llévame al país del norte del deseo
y me acomodaré al hueco de tu mano
mientras la noche cae y se eterniza
el pañuelo rojo sobre la lámpara.



GATA
Mansamente se me enreda en las piernas
y me derrota su mirada densa
que al sosiego invita.
La luz del ventanal ocres derrama
y mi mano de niña
se afana en su atigrado pelaje
de animal en la sombra.


EL ÁRBOL
Aquí yace el árbol quebrado
de verde fulgor perseverante
testimonio de otros días.
El vaho del otoño se derrama
y estalla de luz entre las hojas
que van a morir cuerpo a cuerpo.


EL RÍO
Miro los ateridos lirios de la rivera
y vacilan en este instante mío
los pies asentados en el embarcadero
porque una isla invita a la esperanza
y el retorno ahoga la voz oscuramente.
No alcanzaré a decir mi nombre
antes de que me anegue en tu río.



LA NOCHE
Algo trama la noche en su cielo propio.
Oscilan las enredaderas al viento
y embriaga el olor de los jazmines.
Un perro ladra a la luna.
En la terraza
el esplendor de tu presencia.


MEMORIA
Me estremece el crujido de tus hojas,
recordado noviembre;
el perfume que sorprende en las esquinas
y la fruta ácida del otoño.
Cautiva la memoria
vuelvo al laberinto de mis horas de niña
por calles olvidadas
por pasos que antaño anduve
mucho antes de encontrarte
y que me encendieran los fuegos de San Telmo.


NOVIEMBRE
Esta tarde de octubre en que los ramos
invitan a penetrar en su hueco
y nos guiñan los crisantemos cómplices;
esta tarde que oculta la luz antes de tiempo
como una señal distante,
nos advierte del arribo esperado
de noviembre y su día de difuntos.



MUSEO
Volver a tus estancias nobles
donde el universo es un sitio propio
que crece conforme a mis pasos,
donde el silencio es apenas quebrado
y el gozo verdea como el árbol
que se yergue, al socaire de un Velázquez.



PRIMAVERA
Ella percibió los pasos breves
en un rincón al sol
sobre el altar de las muñecas.
El aire tenía un trajín de polvo
un soplo como de vida nueva
que doraba su blusa.
Quién pudiera volar sobre ese fulgor
y ascender y asomarse al mundo.



F R Í O
Nada sino los montes
y un mar sonámbulo
romperá los espejos.
Como un dedo que rozara
es el soplo frío de diciembre.
Hay una vibración en el aire
un silencio de música
y un viento repentino
que naufraga en las esquinas.


INSOMNIO
Hay en la noche un rostro
como un agua remota
equidistante de los sueños
calcinadas piedras en la almohada
y una cólera que se enfría
en submarinas formas.
Avanzo por las horas quietas
inventando fantasmas
y pequeños dioses oscuros.


DELIRIO
La fuente, un amigo, la palabra,
en la lengua un sabor de ajonjolí
y un espeso sueño verde
sobre los párpados.
Se posa el sol y los blancos chorros
son como un agua honda que cae
una luz temblorosa
que delirios levanta
bajo la clara sombra
de los que a la noche pertenecen.


A M O R
Desnuda derramo mi cántaro
como un amanecer o un nacimiento
que al otro lado de la noche me llevara.
Puerta que se abre a pronombres enlazados
como estrella de un mar ciego
cuando, amor, me deshabitas.



INVIERNO
Cómo cruzan las nubes
con aquel viento de invierno
el abanico olvidado
la luz de la vela encendida
y el peso de la lluvia en los geranios.



OTOÑO
La ciudad se borra en seda malva
seda del cielo en retales.
El sigilo del mar es una hilandera
que teje neblinas desvaídas.
El viento rasga suavemente
todas las costuras y se adentra
por la playa hasta encontrar
las mustias hojas de los árboles.



PALABRAS
Recordar cómo nombrabas tú las cosas.
Tus palabras como agua sonaban,
como agua que hablara en la noche,
agua que fulge y pasa
por los ríos de mis días.


EL FINAL
Pasaron los años y los amantes
los ríos pasaron
con su luz estremecida.
Porque todo llega demasiado pronto
a qué engañarnos
y porque, aún con la esperanza,
la fatiga existe.




M A R
Como piedra en las orillas
percibo tu oleaje.
Codicio los espejos en fuga
del mar y sus misterios.
Y en la quietud de la tarde
quisiera ser una pequeña barca
con el viento de favor.





JACARANDÁS
Me he acercado
al abrigo de los matorrales.
Por el camino angosto
avanzan las muchachas
mientras cae la lluvia
ligeramente morada
de las jacarandás.

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ROSA RUIZ GISBERT. BREVE NOTA BIOGRÁFICA

Rosa Ruiz Gisbert es Graduada Social, con dos cursos de Abogacía. Tiene publicada numerosa poesía en colectivo y en solitario, cuadernillos editados en la imprenta Dardo (antigua imprenta Sur), al cuidado de Ángel Caffarena, los hermanos Andrade y Rafael Inglada, así como relatos. Es cofundadora de la Asociación Alas. Se le concedieron varios premios, tanto de poesía como de relato, entre otros un accésit del Premio Relosillas. Tiene varios relatos en prensa y en colectivo con la Asociación Alas. Figura en el diccionario de autores y obras Corona del Sur 1965-2000. Colabora en la Revista Cultural y Científica “Isla de Arriarán”.
“El hechizo de Lucy” es la primera de sus novelas que se edita.

El HECHIZO DE LUCY, por Rosa Ruiz Gisbert